l teatro Principal fue desde su construcción el centro más importante de la vida musical de la ciudad. Santander se había convertido, a principios del siglo pasado, en una ciudad comercial animada por una burguesía mercantil emprendedora que demandaba nuevos espectáculos como la ópera y el drama. La construcción del teatro era un objetivo prioritario, sin embargo, tuvo que superar muchos problemas y contratiempos.
En 1821 el ayuntamiento comenzó a estu diar la posibilidad de construir un teatro. El arquitecto Alday Fernández se encargó del proyecto técnico; el concejo, mientras tanto, intentó formar un sociedad de accionistas, se encargó de pedir autorización para invertir ciento veinte o ciento cuarenta mil reales y se comisionó a dos regidores para que buscasen, a préstamo, los siete mil duros que eran necesarios. La revolución de 1822, sin embargo, dejó en suspenso el proyecto.
Un año más tarde, el constructor de los muelles del puerto de Santander, Guillermo Calderón, presentó a las autoridades el compromiso de un tal Pedro Sologaista, sin embargo el proyecto no pudo llevarse a cabo por la entrada en la ciudad del Ejército de la Fe, que prohibió todas las actuaciones de las compañías cómicas que no tuvieran permiso especial del rey.
Para paliar la situación perjudicial que se originó a raíz de la suspensión del comercio colonial por la peste de cólera en Cuba, se puso en marcha de nuevo el proyecto de construcción del teatro. Esta vez el lugar escogido fue la Plaza Nueva -hoy del Este-.
En 1836 la idea se llevó definitivamente a la práctica. Varios miembros de la burguesía santanderina crearon una empresa que adquirió un solar en la calle del Arcillero -cuyo coste rondaba los 6000 duros-, lindando con el almacén de la condesa de Isla que funcionaba de teatro provisional. El proyecto fue encargado al arquitecto Antonio Arrieta. En una carta enviada por un representante de la empresa a este ingeniero le dice que el teatro debe tener las siguientes caract erísticas: "Comodidad, elegancia, sencillez, prontitud, economía y solidez".
A pesar de los deseos de los impulsores del nuevo coliseo, hubo numerosos contratiempos durante su construcción. Una vez acondicionado el solar, se inundó y se produjeron desprendimientos en el terreno, cayéndose una casa contigua al solar por efecto de las obras. Para colmo Antonio Arrieta no estaba de acuerdo con los honorarios de las obras y abandonó el proyecto. La empresa tuvo que contratar a un joven que acababa de terminar s us estudios de arquitectura en Madrid.
Las obras finalizaron al cabo de dos años. La Junta Directiva de la sociedad quedó constituida por hombres muy representativos de la sociedad santanderina: D. Santiago Posadillo como presidente, D. José Ortiz de la Torre como vicepresidente, D. Florentino María del Rivero como contador, D. Francisco Joaquín Gutiérrez como secretario y D. Juan de la Pedraja como tesorero.
Estaba situado en la calle del Arcillero nº 27. La fachada quedó articulada en un solo piso, mien tras que el interior tenía tres en forma de galería. La superficie total era de 664,84 metros cuadrados. No debía ser muy diferente a los teatros de otras provincias y su decoración era acorde con el gusto burgués de la época.
Encontramos descripciones parciales del Teatro en los escritos de algunos cronistas santanderinos:
"Cada platea se hallaba separada de la contigua por un tabique, de modo que estar en una de aquellas localidades era casi como quedar sus ocupantes encajonados; sólo el frente estaba libre de tabiques, nadie sabía que vecinos tenía en las plateas de cada lado y parecía, además, como si con intención de oscurecer tales departamentos, los hubieran empapelado de encarnado oscuro con pequeños toques de oro. El frente, para apoyar los brazos, era de gutapercha encarnada, almohadillada, con flecos al exterior; las butacas y las lunetas estaban mullidas y forrados los asientos y respaldos de gutapercha oscura. Tenía los brazos de hierro, y mullidos también como aquellos en sitio conveniente para descansar los codos" (J.M. Gutiérrez Calderón de Pereda).
"Era un edificio sencillo y constaba de tres órdenes de palcos incluso la platea; la galería del piso segundo era capaz para cien espectadores; en el patio había dos hileras de butacas y el resto lo ocupaban las lunetas; no tenía proscenios y la cazuela era bastante capaz. Se alumbraba principalmente por medio de una colosal araña de velas de cera" (José Simón Cabarga).


B I B L I O G R A F Í A

"LA MÚSICA EN CANTABRIA", de Julio C. Arce Bueno
Fundación Marcelino Botín, 1994