ENRIQUE MENENDEZ PELAYO

(Santander 1861 - 1920)

Fue médico, pero su verdadera labor consistió en estar al lado de su hermano Marcelino, sobre todo con el atento cuidado que dispensó a la gran biblioteca de éste mientras se encontraba en sus ocupaciones en Madrid. Poco movimiento se encuentra en su biografía. sus desplazamientos se redujeron a algún viaje a Madrid con motivo de la puesta en escena de sus comedias. Su afectividad estuvo hondamente marcada por el fallecimiento de su primera esposa a los tres meses de matrimonio, lo que le sumió en una melancolía depresiva (1889) que influirá sobre toda su obra y marcará sus contenidos.

Dos facetas bien diferentes hay que señalar en él: lo personal y lo que tiene, y es abundante, de eco de estilo y pensamiento de los círculos montañeses en que se movía.

La poesía de Enrique Menéndez Pelayo forma parte de esos ecos. Muy ágil en sus versos ligeros (madrigales, abanicos, dedicatorias, festivos), carece de ambición y se acomoda a ser discípulo de Escalante en sus Poesías (Santander 1886), donde le dedica seis sonetos.

En 1892 publica en Santander una reducida serie de 25 ejemplares de una verdadera elegía a su esposa fallecida, Romancero de una aldeana.

Aparte de estos dos poemarios, los más importantes, escribió varios Via-Crucis, dentro de la temática religiosa y un Cancionero de la vida quieta (Madrid 1915).

Tres títulos componen su prosa poética: Desde mi huerto (Santander 1890), A la sombra de un roble (Madrid 1900) e Interiores (Madrid 1910).

En narrativa, su mejor obra, la más ligera, entretenida e interesante es Memorias de uno a quien no sucedió nada (Santander 1922).

Sus novelas breves, aunque en general carecen de aliento, de fuerza y de brío, contienen detalles espléndidos. En este género, su mentalidad le llevaba a practicar una narrativa de costumbres sociales que, por un lado, se oponía a la novela social folletinesca y revolucionaria y, por otro, se vinculaba al costumbrismo de Pereda y Escalante. Es, pues, un discípulo que se deja llevar por el prestigio de las figuras más que intentar una creación personal. Su primera novela fue La Golondrina (Madrid 1904), cuyo título tiene claro antecedente en La Gaviota, de Fernán Caballero, de la que sigue las estampas costumbristas y la ideología conservadora.

Sus relatos los reunió en Cuentos y trazos (Madrid 1905).

S teatro se encuadra en la "alta comedia" burguesa, liquidadora del romanticismo, y expresa su pensamiento con exactitud. Sin ser brillante, su esquema teatral no desmerece de lo que se pone en escena en esos momentos. sobre el desarrollo de los caracteres prima la ideología acomodaticia y defensora de los valores establecidos, lo que significa que el dramaturgo sabe lo que va a decir y concluir y, a tuerto o a derecho, todos los hilos se encaminan hacia ese final previsto y aconsejable. La palabras dominan sobre los sentimientos y el razonamiento moral diluye todo deseo. Su primera obra fue en verso, y permanece inédita, La reina de la fiesta. En 1900 estrena Las noblezas de don Juan y en 1904, Alma de mujer.